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Instalación con dibujo a lápiz grafito sobre papel embastado, esqueleto humano de resina poliéster soldado y esmaltado, pieza sonora de 10 min y plataforma espejada. Medidas variables. 2022.
Artista Santiago Gasquet
Pieza sonora Roberta Ainstein

Tragedy era el nombre de una disco noventosa que generó comunidad y mística desde
el barrio de Lugano. Santiago guardó sus flyers, un conjunto de fotocopias con imágenes apocalípticas en blanco y negro promoviendo fiestas. El no bailó ahí, en ese subsuelo nocturno, porque no tenía aún la edad permitida para entrar.
No estuvo físicamente en esas versiones modernas de las fiestas dionisíacas, pero ese aire lo acompaña, y lo guía.

Tragedy se presenta en doble sala en la galería Piedras. Instalación y pasaje sonoro- lumínico-visual que conecta capas y mundos. Combinando experiencias de lo que sucede en una fiesta disco con factores y componentes que provienen de la estructura conceptual de la tragedia de la Antigua Grecia, Santiago Gasquet produce una obra que, atravesando contrastes, nos llena de claroscuros. Logra crear un escenario minimalista haciéndolo también actor polifacético, héroe y coro. Porque Gasquet, como lo hace la tragedia ática y cualquier fiesta que se precie, apela a que lxs espectadores/participantes se conmuevan hacia la dirección emocional que traza la obra.

Esta muestra post pandémica hace foco en el punto de conexión atávica que no podemos dejar de ocupar quienes estamos todavía del lado de lxs vivxs. Es que queremos seguir conversando con nuestrxs muertxs. Y también queremos que hagan eso con nosotrxs cuando estemos de aquel lado, en el mundo subterráneo.
Santiago ve la grieta como la posibilidad de conexión al inframundo, la atraviesa en toda
su oscuridad y, actuando como las sirenas de la Odisea, nos jala con su atmósfera sonora hacia un espacio en el que habita la catarsis y la conversación con los afectos.
Espanto y compasión en la tragedia, en una fiesta, en esta muestra.
Como las Moiras, con su poder de hilar y cortar las hebras de la vida y hacerla muerte, Gasquet tiende aquí las líneas de una muestra dotada de esa doble e indisoluble condición. Ambas, vida y muerte, obtienen el suficiente espacio propio y de contacto como para conmover, porque la obra vibra en un tono que nos cala en el cuerpo a través del tiempo de los tiempos.

Hay aquí, como en la tragedia clásica, una doble hélice genética. Lo apolíneo de los dibujos hiperrealistas hiper controlados de Gasquet nos muestran la cara de la belleza que nos da seguridad. La apariencia que nos limita y tranquiliza él la conoce, la maneja y seduce.
El elemento dionisíaco de su trabajo supera a los dibujos porque es lo que subyace a su obra toda, instalaciones y performances incluidas. El sinsentido de la existencia, el horror, el sufrimiento, la disolución de los bordes y contornos que propicia el Dios del vino están acá. Santiago hace todo esto visible y audible. Es el fondo doloroso que el artista hace hiperclaro.

Separando y ligado sutilmente, como piezas inconscientes, ciertos términos del procedimiento de la tragedia ática y la música bailable, Gasquet sabe que el presente es siempre opaco, y la vida va fallando inexorablemente. Lo evidencia el coro de la muestra. Este personaje que introduce el artista es el narrador colectivo que le da voz y sonido a las heridas de una época. El coro de Tragedy entrelaza sonidos y frases de temas musicales de aquella disco noventosa que suenan como un repique subliminal que no deja dudas sobre su tono: “Please don’t go…”, “What is love”, “El silencio loco…”

Tragedy nos tensiona y nos retuerce. Apoyándose en el oído, una de las varias fallas
de nuestrxs cuerpxs, nos susurra y nos modela. Se mete con el fondo musical trágico
de nuestra condición humana para ubicarnos en el presente finito y tridimensional. Nos distorsiona en el sonido. Pero no nos despide allí.
Encuentra otra zona de nuestrx cuerpo y desde ese lado hace hipnosis. Con sus hiperrealistas dedos toca nuestros ojos, y nos espeja. Nos lleva hasta una frase tallada que suena a destino “Que la tierra tiemble cuando yo no tiemble”. Entonces, sordxs y ciegxs por su virtuosa desmesura, quedamos cada quien frente a un punto de la escena trágica. Puede ser que estemos parados en la imagen, en el sonido, o en el todo. Quietos inspiramos.
Eso podemos hacer. Luego, como lo hace un coro, lxs espectadores nos reconectamos. Exhalamos para contenernos colectivamente a nosotrxs mismxs sobre esa brisa caliente que dejamos escapar… para volver, con suerte, felices como el cuerpo en una fiesta.

María Guerrieri
Piedrasgaleria.com


* En el agregado del prólogo que escribió Nietzsche para la segunda edición de El nacimiento de la tragedia dice la siguiente idea con otras palabras: mantiene el acuerdo con el contenido de su ensayo, pero para que fuera en el mismo sentido conceptual no tenía que ser un escrito. Tenía que ser un canto.